Derecho & Cambio Social

 
 

 

Mapa Mundial de la Sed

Lucio Capalbo (*)

 


   

            Reflexión Preliminar

Había hace pocos miles de años un planeta inmenso, despoblado. En él la humanidad comenzaba a despertar de su prolongada infancia, tomando distancia y reconociéndose distinta de la Madre Naturaleza.

El hombre cobraba así conciencia de especie con una posición especialísima, empezando a interactuar como observador diferenciado.

Era el inicio de la pubertad colectiva del género humano y el nacimiento de la historia.

Poco a poco comenzó a brillar en el cielo de la religión el bíblico mandato de dominar todo lo creado, y alcanzó su auge la sociedad patriarcal, bajo la que nacieron y murieron las primeras civilizaciones.

Es tiempo de preguntas y descubrimientos. Nace la ciencia y alcanza una de sus cumbres entre los griegos. Más de un milenio después, el Islám reflota la ciencia helénica y su influjo llega a Europa, propiciándo el renacimiento científico en ese continente. Pero Europa rechaza el Islám, corta los puentes que vinculan la nueva ciencia con sus influjos espirituales, se produce así el aparente y paradójico divorcio entre ciencia y religión.

Algún tiempo después esa ciencia renacida brinda condiciones tecnológicas para hacer posible el surgimiento de la industria. Más tarde, centrales energéticas de dimensiones faraónicas entregan megavatios a estos centros de consumo intensivo, a costa de mil riesgos.

Las aguas se tornan escasas, peligrosas, los árboles caen derribados a un ritmo vertiginoso, avanzan los desiertos. La atmósfera ya no nos protege, el clima planetario se transforma, se extingue la vida...

Ciega, continúa avanzando y depredando la maquinaria produccionista, generando objetos en una cantidad jamás soñada. Pero el consumo intensivo está sólo en manos de unos pocos: cuatro de cada cinco personas en el mundo son pobres y deben contentarse entre todas con una quinta parte del banquete, algunos de ellos sobreviven literalmente con migajas, otros simplemente mueren de hambre. Los que consumen en exceso no parecen estar, sin embargo, más felices, víctimas de una angustiosa crisis existencial.

Bajo tales perspectivas, el colapso del sistema global parece inevitable...

Según afirma un antiguo proverbio chino, "en la crisis se esconde la oportunidad". La crisis ecológica de nuestro limitado oasis cósmico -la Tierra- puede ser vista como una somatización de la prolongada enfermedad espiritual y social de nuestra especie.

Es posible que ante este llamado extremo manifestado en el lenguaje de lo corpóreo -el medio ambiente- reaccionemos con determinación.

Sin embargo, ninguna medida será efectiva ni llevará a soluciones duraderas a menos que visualicemos la causa profunda del problema: el extremo materialismo, expresado como consumo y producción, y disfrazado de calidad de vida.

 

Mapa Mundial de la Sed

Este artículo brinda un breve panorama de la utilización del agua en la actualidad, centrándose en las acciones prioritarias que deberían implementarse para poder resolver el cada vez más crítico problema de su escasez.

Un recurso limitado

Si bien las reservas totales de agua dulce exceden grandemente la demanda actual de la humanidad, este recurso sigue siendo escaso para vastos sectores de la población. De los 37 millones de kilómetros cúbicos existentes, más de 3 cuartas partes se hallan retenidas en los glaciares y el hielo polar, lejos aún de que sea factible su utilización. Casi todo el resto yace en acuíferos subterráneos, todavía no explotados en su totalidad. Las fuentes más comunes del suministro, que son los ríos, lo lagos y el vapor de agua contenido en la atmósfera, constituyen menos del 1% de las existencias totales.

En última instancia, la mayor fuente de agua dulce es la continua destilación de los océanos por la radiación solar. La evapotranspiración anual (fenómeno que engloba tanto la evaporación como la transpiración de las plantas) ronda los 500 mil kilómetros cúbicos, de los cuales 430 mil son aportados por los océanos y 70 mil por las aguas continentales. Dado que la cantidad de vapor de agua permanece esencialmente constante en la atmósfera, ese mismo volumen debe caer sobre la superficie terrestre en forma de precipitaciones (lluvia, nieve o granizo). Tiene especial importancia para la vida que una parte de esta precipitación caiga sobre tierra firme. Los continentes reciben 110 mil kilómetros cúbicos por año de precipitaciones y pierden 70 mil kilómetros cúbicos; por lo tanto, el balance hidrológico se resume en una transferencia anual de unos 40 mil kilómetros cúbicos de agua dulce de los océanos a los continentes. Pero no todo ese volumen queda disponible para el aprovechamiento humano. Gran parte se pierde por inundaciones y por infiltración profunda en el suelo. La máxima cantidad que podemos considerar aprovechable es de 14 mil kilómetros cúbicos anuales, pero de éstos, unos 5 mil km. cúbicos circulan por regiones deshabitadas. Por lo tanto, los recursos efectivos mundiales de agua dulce con los que la humanidad habrá de satisfacer todas sus necesidades en los próximos decenios rondan los 9 mil kms. cúbicos por año.

Consideremos ahora el otro componente de la ecuación: la demanda o consumo de agua. Aquí observamos que no existe un régimen estable en el tiempo, como en su contraparte, la oferta natural. El consumo de agua por parte de la humanidad ha crecido exponencialmente en este siglo, incrementándose aún más que el aumento de la población mundial. El promedio mundial estimado es de aproximadamente 4,340 km. cúbicos por año. Si nos detenemos a considerar el consumo anual por personma nos encontramos con que la mayor demanda de agua por sobre cualquier otra actividad humana  es generada por la agricultura; luego le sigue el uso industrial y por último el no menos crítico uso urbano.

Una distribución desigual

Con este consumo podríamos abastecer a un total de 11,250 millones de personas, pero lamentablemente, la distribucion de las aguas no coincide con la distribución de la población humana. Existen lugares, como la región sur de Madagascar, donde la gente trata de sobrevivir con menos de 2 metros cúbicos de agua por persona y por año -cerca del límite biológico- y otros sitios, como algunas regiones de los Estados Unidos, donde el consumo personal es de entre 180 y 300 metros cúbicos por año.

Esta desigualdad en la distribución de las fuentes de agua provoca graves problemas en los países donde la disponibilidad del recurso -por razones naturales o políticas- se ve disminuida. Los hidrólogos clasifican a los países según el consumo de agua per cápita en países de uso intensivo, que son aquellos en los cuales los valores se sitúan entre los mil y dos mil metros cúbicos de agua anuales, y países deficitarios, que son aquellos en los cuales el consumo está por debajo de los mil metros cúbicos( éstos son en la actualidad 26 países, que en conjunto suman 232 millones de habitantes). Como muchos de estos países tienen elevadas tasas de crecimiento demográfico, sus problemas de suministro se agudizan aceleradamente. Africa alberga el mayor número de países escasos de agua -11 en total- y otros seis se añadirían a la lista de aquí al año 2010, de confirmarse las actuales proyecciones demográficas. Para esa fecha aproximadamente 400 millones de africanos sufrirán problemas de abastecimiento de agua, de sostenimiento de la agricultura y deterioro de los ecosistemas.

El problema de la crónica sequía en el Sahel o Africa subsahariana ya ha producido durante las últimas décadas recurrentes problemas de hambre, el éxodo de pueblos enteros y miles de refugiados ambientales en países fronterizos.

            Riego y Riesgos

La agricultura depende cada vez más de una continua provisión de agua. La mayor parte es suministrada directamente por las precipitaciones; el resto, un 15% depende de las obras de riego. El riego, donde pueda aplicarse, representa cuatro ventajas parciales. La primera es que otorga un aumento de la superficie cultivada en especial en suelos de climas áridos que no podrían explotarse sin el aporte del agua de riego. En segundo lugar, eleva la producción de los cultivos. Tercero, el riego puede aumentar la producción total de alimentos, al permitir más de una cosecha por año en una determinada extensión de terreno. La última ventaja es que ofrece una mayor seguridad para el productor. Un año con precipitaciones muy reducidas en una zona extensa puede significar el hambre para sus habitantes. Una red de riego con una gran reserva de agua, ya sea almacenada en una represa o en un acuífero subterráneo, reduce el azar del clima al que se ven sometidos los campesinos.

Con todo, los sistemas de riego deben ser meticulosamente calculados. El regar con aguas de baja calidad -aguas con elevado tenor salino, con alto porcentaje de sodio o con presencia de elementos tóxicos, entre otros factores- lleva a gravísimos problemas en los cultivos y en el ecosistema rural. Asimismo, un volumen incorrecto de agua puede significar la elevación de las napas freáticas y el consiguiente anegamiento de la capa arable. Por ello, el riego y el drenaje deben ser entendidos como una sola técnica cultural.

Pautas para un uso racional de las aguas

Siendo que la agricultura consume alrededor de dos tercios del volumen total del agua que se extrae de ríos, lagos y acuíferos, el lograr sistemas de riego más eficientes es una condición sine qua non para poder llegar a un consumo sostenible del agua. Los ahorros en potencia van de un 10 a 50 %, lo que constituye una fuente importante de economización de agua -y también energía-. Básicamente, estas mejoras en la eficiencia deben provenir de: 1) Cambios de enfoque en las instituciones que regulan el reparto y uso del agua; 2) Mejores técnicas de administración del agua por parte de los productores y entes reguladores; 3) Empleo de nuevas teconologías para la irrigación.

La toma de conciencia, por parte de los productores, de que el recurso agua es crítico, limitante y de uso común, es imperativa. La agrupación de productores mediante cooperativas u otro tipo de organización es prioritaria en estos momentos. Asimismo, los nuevos métodos de riego localizado, como el riego por goteo -que ha posibilitado en Israel recuperar desiertos-, al reducir el volumen y la presión necesaria permiten aumentar la eficiencia de aplicación de aguas hasta valores del 95%, versus valores, en el riego por inundación tradicional, del 40 %

Otra forma de reducir las necesidades de suministro de agua es la utilización de aguas residuales urbanas depuradas. Estas aguas, debidamente tratadas para evitar cualquier riesgo de contaminación microbiana, pueden aportar a los cultivos una proporción de los elementos minerales que necesitan, protegiendo también los ríos, lagos y océanos de una carga contaminante considerable. Existen en la actualidad 500 mil hectáreas de cultivos -en 15 países- que están siendo regadas con aguas residuales recicladas.

Por último debemos considerar cómo reducir el consumo de agua urbana e industrial, para llegar a valores que permitan abastecer y no caer en los costos de nuevos embalses y plantas de tratamiento. Cabe analizar la conveniencia del empleo de medidores de volumen de agua consumida en cada casa -semejante a los medidores eléctricos- los que serían una buena posibilidad de regular el exceso de consumo domiciliario.

Es mejor administrar el recurso que proveerlo sin medida, siendo éste el mejor camino hacia la regulación del agua, ya que genera una protección al medio ambiente y permite reducir los costos económicos, y por ende sociales, de proyectos de abastecimiento innecesarios.

 


 

NOTA:

El presente ensayo ha sido extraído de “El Planeta Subdesarrollado” EBILA, 1ra. Edición revisada, Buenos Aires 1995.

 


 

(*)  El ingeniero Lucio Capalbo, especializado en energía solar, es integrante del Departamento Bahá'í de Medio Ambiente y Desarrollo, y director de la revista Ecología y Unidad Mundial.

 


 

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