Derecho y Cambio Social

 
 

 

SOBRE LA CALUMNIA

Abdú'l-Bahá (*)

 


   

Desde el comienzo del mundo hasta el presente, cada "Manifestación"[1] enviada por Dios, ha sido combatida por una encarnación de los "Poderes de las Tinieblas".

Este tenebroso poder siempre se ha empeñado en extin­guir la luz. La tiranía ha tratado constantemente de vencer a la jus­ticia. La ignorancia ha procurado persistentemente aplastar el conocimiento bajo sus pies. Desde épocas re­mo­tas, éste ha sido el método del mundo material.

En el tiempo de Moisés, el faraón mismo trató de impe­dir que la Luz Mosaica se extendiera.

En los días de Cristo, Anás y Caifás sublevaron al pue­blo judío en Su contra, y los eruditos doctores de Israel se unie­ron para resistir Su poder. Cir­cula­ron con­tra Él toda clase de calumnias. Los escribas y fariseos conspiraron para ha­cer creer al pueblo que Él era un impostor, un apóstata y un blasfemo. Di­fundieron estas calumnias contra Cristo por todo el mundo oriental, y fueron los causantes de que se Le condenara a una muerte vergonzosa.

También en el caso de Muhammad, los eruditos doctores de su día decidieron extinguir la luz de Su influencia. Por medio del poder de la espada trataron de impedir la difu­sión de Su enseñanza.

A pesar de todos sus esfuerzos, el Sol de la Verdad brilló desde el horizonte. En todos los casos, el ejército de la luz venció a los poderes de las tinieblas en el campo de batalla del mundo, y el esplendor de las Enseñanzas Divinas ilu­minó la tierra. Aquellos que aceptaron las Enseñanzas y trabajaron por la Causa de Dios, se transformaron en estre­llas luminosas en el firmamento de la humanidad.

Ahora, en nuestros días, la historia se repite.

Aquellos que desearían mantener a las gentes en la creencia de que la religión es de su propiedad privada, una vez más dirigen sus esfuerzos contra el Sol de la Verdad; se resisten al Mandato de Dios; inventan calumnias al no tener argumentos ni pruebas contra Él. Atacan encubiertamente, sin atreverse a mostrarse a la luz del día.

Nuestros métodos son diferentes; nosotros no atacamos, ni calumniamos; no deseamos disputar con ellos; nosotros pre­sentamos pruebas y argumentos; les invitamos a refutar nues­tras declaraciones. Ellos no pueden responder, y en cambio es­criben todo lo que se les ocurre contra el Divino Mensajero, Bahá'u'lláh[2].

¡No permitáis que vuestros corazones se apenen por es­tos escritos difamatorios! Obedeced las palabras de Bahá'u'lláh y no les respondáis. Más bien alegraos, pues hasta esas falseda­des facilitarán la difusión de la verdad. Cuando esas calum­nias aparecen, se hacen investigaciones y los que investigan son guiados hacia el conocimiento de la Fe.

Si alguien declarase: "En el cuarto contiguo hay una lámpa­ra que no da luz", algunos de los oyentes podrían quedar sa­tis­fechos con esta declaración, pero una persona más inteli­gente entrará en el cuarto para investigar por sí misma y, he aquí, cuando encuentre la luz brillando res­plandeciente en la lám­para conocerá la verdad.

Nuevamente, alguien exclama: "Allí hay un jardín en el que los árboles tienen las ramas rotas y no dan frutos, por lo que las hojas están secas y amarillas. En ese mismo jardín hay plantas de flor, sin flores, y rosales marchitos que se es­tán se­cando. No entréis en ese jardín". Una persona justa, oyendo tales cosas sobre el jardín, no se sentirá satisfecha sin ver por sí misma si es cierto o no. Por consiguiente, en­tra en el jar­dín y, he aquí que lo halla bien cuidado; las ra­mas de los ár­boles son robustas y fuertes, cargadas a su vez de los frutos maduros más dulces, entre la exube­rancia de hermosas hojas verdes. Las plantas de flor se en­cuentran radiantes con flores de variados tonos; los rosales están cu­biertos con bellas y fra­gantes rosas y todo está pleno de verdor y muy bien cuidado. Cuando la gloria del jardín se despliega ante los ojos del individuo justo, él alaba a Dios pues, por las indignas calum­nias, ha sido guiado a un lugar de tan maravillosa belleza.

Éste es el resultado de la obra de los difamadores: ser causa de guía para que las gentes descubran la verdad.

Sabemos que todas las falsedades que se difundieron acerca de Cristo y sus apóstoles y todos los libros escritos con­tra Él, sólo sirvieron para inducir a la gente a indagar sobre su doctrina; entonces, al haber visto la belleza e inha­lado la fra­gancia, se internaron para siempre entre las rosas y los frutos de ese jardín celestial.

Por tanto os digo, difundid la Verdad Divina con todas vuestras fuerzas, para que la inteligencia de las personas pueda ser iluminada; ésta es la mejor respuesta para aque­llos que difaman. No deseo hablar de esas personas, ni mu­cho menos decir algo malo sobre ellas; es solamente para haceros comprender que la difamación carece de impor­tancia.

Las nubes pueden cubrir el sol pero, por muy densas que sean, sus rayos las traspasarán. Nada puede impedir que el resplandor del sol descienda para calentar y vivificar el Divi­no Jardín.

¡Nada puede impedir que la lluvia caiga del Cielo!

¡Nada puede impedir que se cumpla la Palabra de Dios!

Así pues, cuando veáis libros y periódicos escritos contra la Revelación, no os desesperéis, sino consolaos con la cer­teza de que por ellos la Causa cobrará fuerza.

¡Nadie arroja piedras a un árbol que no tiene frutos! ¡Nadie trata de extinguir una lámpara que no tiene luz!

Considerad los tiempos pasados. ¿Tuvieron algún efecto las calumnias del faraón? Afirmó que Moisés era un asesi­no, que había dado muerte a un hombre, y que merecía ser ejecu­tado. También declaró que Moisés y Aarón fomenta­ban la dis­cordia y que trataban de destruir la religión de Egipto y que, por consiguiente, debían ser ejecutados. Las palabras del fa­raón fueron en vano. La luz de Moisés brilló. ¡El esplendor de la Ley de Dios ha circundado el mundo!

Cuando los fariseos dijeron de Cristo que Él había que­bran­tado el descanso del sábado, que había desafiado la Ley de Moisés, que había amenazado con destruir el Tem­plo y la Ciudad Santa de Jerusalén, y que merecía ser cruci­ficado, sa­bemos que todos estos ataques calumniosos no impidieron la difusión del Evangelio.

¡El Sol de Cristo brilló resplandeciente en el firmamento y el hálito del Espíritu Santo sopló sobre toda la tierra!

Y por eso os digo que ninguna calumnia puede prevale­cer contra la Luz de Dios; ello sólo ayudará a que sea más univer­salmente reconocida. Si una Causa no tuviera impor­tancia al­guna, ¡quién se tomaría la molestia de trabajar con­tra ella!

Pero es bien sabido que cuanto más grande sea la causa, mayor será el número de enemigos que trata­rán de derri­barla. Cuanto más brillante sea la luz, más os­cura será la sombra. Nuestra parte consiste en actuar en conformidad con la enseñanza de Bahá'u'lláh, con humil­dad y firme de­terminación.

 


 

NOTAS:

[1] Es decir: Manifestación Divina como Cristo, Moisés… (N. del Editor)

[2] La Manifestación de Dios para la actualidad. (N. del Editor)

 


 

(*) Filósofo persa (1844-1921). Autor de las obras "Filosofía Divina", "Fundamentos de Unidad Mundial", "Secreto de la Civilización Divina", "Respuestas a algunas preguntas", entre otras. Promotor de la Fe de Bahá'u'lláh. El presente texto ha sido extraído de la obra "Sabiduría de Abú'l-Bahá", la misma que contiene una serie de sus conferencias dadas en París y Londres, entre 1911 y 1913.

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