Derecho y Cambio Social
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LA BASE ESPIRITUAL DE LA IGUALDAD
Baha'i International Community
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(Original written in English)
Con inspiración y
autoridad tradicionalmente derivadas de la religión, los valores
morales y éticos han servido para definir las actitudes
individuales y para motivar y orientar la conducta humana.
La Fe Bahá’í está
empeñada en el establecimiento de la justicia y la paz sobre la
tierra. Sus enseñanzas, enunciadas por el Profeta Fundador,
Bahá’u’lláh, representan una matriz de valores que dan forma y
significado a la vida de 1os bahá’ís y sus comunidades y proyectan
una visión de la sociedad cuya base misma es espiritual. Es
fundamental en la visión que tienen los bahá’ís del mundo el
concepto del carácter único de la raza humana, del cual la
igualdad del hombre y la mujer es un principio espiritual y social
fundamental y claramente establecido, conducente a la integración
personal y a la cohesión social.
El carácter de los
preceptos y valores de la Fe Bahá’í’ tiene consecuencias para la
definición de la igualdad. A la vez que afirma que «en realidad,
Dios ha creado a toda la humanidad, y en la estimación de Dios no
hay distinción entre lo masculino y lo femenino», las enseñanzas
Bahá’ís afirman que los derechos de la mujer y el hombre «son
iguales». Por lo tanto, se establece como un derecho fundamental
la igualdad de ambos sexos. Los escritos bahá’ís prescriben,
además, las medidas necesarias para cambiar las actitudes
individuales y para reparar las injusticias de la sociedad. Entre
estas medidas figuran la educación obligatoria universal, con
énfasis especial en la educación de la mujer; la eliminación de
los prejuicios y la participación de la mujer en posiciones de
adopción de decisiones en todos los sectores de la vida, todos los
cuales, en opinión de los Bahá’ís, tienen autoridad divina.
El concepto bahá’í de la
igualdad basado en la espiritualidad enfrenta directamente dos de
los principales desafíos al establecimiento de la igualdad del
hombre y la mujer, a saber, la intransigencia de las actitudes y
la ausencia de un medio social que apoye los cambios.
El Cambio de Actitudes
Con respecto a las
actitudes, algunas consecuencias importantes derivan de un
concepto de igualdad basado en valores espirituales. Por ejemplo,
para los bahá’ís la práctica de la igualdad del hombre y la mujer
es un precepto religioso, un aspecto del desarrollo espiritual que
han de buscar mujeres y hombres por igual en sus vidas cotidianas.
El siguiente extracto de los Escritos Bahá’ís describe
simultáneamente el ideal y la meta de desarrollo personal y prevé
una sociedad en que la igualdad es la norma:
«En la estimación de
Dios no hay distinción de sexo. Quien tenga un pensamiento puro,
una enseñanza superior, logros científicos mayores, y se destaque
en su filantropía, sea hombre o mujer… está facultado para recibir
la plenitud de derechos y reconocimiento; no hay diferencia
alguna».
La igualdad es a la vez
una virtud y un derecho. Tan decidida afirmación de la igualdad
derivada de una fuente divina constituye una seguridad clara de la
igualdad, una seguridad que trasciende las dudas personales y las
barreras sociales y, por lo tanto, tiene profundo efecto sobre la
identidad del individuo y su sensación de valor propio.
Una nueva consecuencia
de un concepto de la igualdad basada en la espiritualidad es que
la puesta en práctica de este precepto es una obligación
religiosa. La conciencia de esta responsabilidad sirve para
inspirar y motivar tanto al hombre como a la mujer a que ajusten
su conducta a este importante principio y a que establezcan la
igualdad como una práctica social aceptada y recompensada. Sobre
la base de este precepto no sólo se estimula sino que se insta a
la mujer a aceptar la responsabilidad por su desarrollo, a
procurar la educación y el perfeccionamiento de su carácter, a
demostrar su potencial latente, a participar en el mundo en
general, a pasar a adoptar decisiones y a esforzarse para lograr
la paz universal. En estos empeños se le asegura a la mujer que
«Dios la confirmará en sus esfuerzos y actividades».
En la puesta en práctica
de su responsabilidad espiritual, el hombre, a su vez, es llamado
a reconocer la igualdad de la mujer, porque «cuando los hombres
posean la igualdad de la mujer no habrá necesidad de que luchen
por sus derechos». Se instruye, además, a los hombres a que
abandonen todo vestigio de prejuicios, ya que «la suposición de la
superioridad para el hombre seguirá reteniendo la ambición de la
mujer, la aspiración de la mujer al progreso se verá obstaculizada
por ella, y gradualmente perderá las esperanzas». Finalmente, se
insta a los hombres a que estimulen y fomenten activamente el
desarrollo de la mujer: «Esto la inspirará con esperanza y
ambición y aumentará constantemente sus posibilidades de
progresar».
Como el fundamento
racional y, de hecho, la justificación de acción tanto de la mujer
como del hombre, es la obediencia al principio espiritual
universal, este marco de apoyo mutuo y de es fuerzo en cooperación
para lograr la meta de la igualdad da lugar al desarrollo más
pleno del hombre y la mujer y al enriquecimiento de la sociedad.
De hecho, se logrará la felicidad de la humanidad cuando el hombre
y la mujer se coordinen y avancen por igual, ya que cada uno es el
complemento y el sostén del otro.
Además, como la igualdad
es para los bahá’ís una obligación religiosa y el desarrollo
potencial de la igualdad espiritual es ilimitado, la práctica de
la igualdad del hombre y la mujer debe necesariamente seguir
evolucionando en el tiempo para ajustarse a las necesidades de una
civilización en constante progreso, en lugar de terminar una vez
que se logren ciertos derechos mínimos.
El Medio Social
La igualdad facilita un
medio social que estimule y apoye activamente este principio como
un ingrediente necesario de la vida. El concepto Bahá’í de una
sociedad unificada y justa no sólo destaca la importancia de la
igualdad, sino que además traza medidas concretas que han de
ponerse en práctica para traducir la visión en una realidad
social. Entre esas medidas figuran el establecimiento de un
sistema administrativo que promueva activamente la igualdad de
derechos para ambos sexos y asegure la participación tanto del
hombre como de la mujer en la adopción de decisiones en la
comunidad; un énfasis especial en la educación de la mujer en
parte para reparar las desigualdades del pasado y del presente; la
promoción de la educación universal con igual programa de estudios
para hombres y mujeres, a fin de dar igualdad de acceso a la mujer
a todas las esferas de estudio y el empleo, y la atención
permanente a la asignación de igual valor al trabajo realizado por
ambos sexos, incluida la importante contribución que hace la mujer
a la sociedad como madre y educadora de los niños.
Puede verse por lo tanto
que la comunidad bahá’í a escala mundial constituye un modelo de
una sociedad en que tanto el individuo como el grupo consideran la
igualdad del hombre y la mujer como un valor espiritual universal.
Además, tanto el individuo como la sociedad se ven estimulados a
adoptar medidas para poner en práctica este principio. Sus
esfuerzos se entrelazan y refuerzan mutuamente, aumentando la
aceptación y la práctica de la igualdad, con lo cual se ayuda a
eliminar la causa de fricciones y desunión para reforzar los
fundamentos de un mundo unido y asentar las bases de la paz
universal.
NOTA:
Todas las citas de esta declaración proceden de los Escritos
Bahá’ís.
Declaración preparada para distribución en el Foro ONG ‘85,
organizado en conjunto con la Conferencia Mundial para el Estudio
y la Evaluación de los Logros del Decenio para la Mujer de la ONU.
Nairobi, Kenia, 10-19 de julio de 1985.
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