Derecho y Cambio Social

FORMACIÓN MORAL Y SOCIAL DE LOS HIJOS*

Dr. A. Furutan**


 

Este libro (del cual fue extraído este tema) fue escrito a partir de mi experiencia como psicólogo infantil trabajando con niños y sus madres. Es una guía práctica para madres y padres, y no una presentación académica, aún cuando los académicos y los educadores puedan encontrar en él lo que les interese. Mi intención era ayudar a los padres en sus diarios esfuerzos por llevar a cabo la difícil tarea de educar a un niño.

Al escribir el libro, he usado ideas recogidas de estudios de las Escrituras Bahá'ís, de la Biblia, del Corán, de filósofos tales como Locke, Rousseau, Kant, Darwin y Spencer, y de educadores y psicólogos infantiles de nuestra propia época. No he enumerado todos los títulos, pero los padres que tengan interés podrán encontrar un cúmulo de información valiosa disponible en librerías y bibliotecas.

Originalmente escrito en persa, el libro ha sido editado para el lector occidental. Quisiera expresar mis sinceros agradecimientos a los traductores Katayoon y Robert Crerar, y a Mahnaz Aflatooni, quien tradujo los extractos de poesía persa. Quisiera también agradecer a tos correctores de prueba, Ginnie Busey, Steve Eddy, Rustom Sabit y Stephen Tomlin.

 

 

"En el futuro la moral se degenerará en sumo grado. Es esencial que los niños sean criados a la manera espiritual para que puedan encontrar la felicidad tanto en este mundo como en el venidero, sino serán acosados por las aflicciones y tribulaciones, pues la felicidad humana está basada en el comportamiento espiritual".1

Muchas personas, al pensar en la difícil situación de la humanidad hoy día, considerarán que ya está sobre nosotros el tiempo en que "las costumbres degenerarán en grado extremo". Frente a este ambiente de extendida corrupción y falta general de confianza, los niños de alguna manera deben ser educados para que alcancen un elevado nivel moral.

Shoghi Effendi escribió:

"Estos niños espirituales tienen mucha importancia para el  futuro. Vivirán en tiempos distintos y deberán enfrentar problemas que jamás encontraron sus mayores. Y solamente la Causa puede equiparlos para servir apropiadamente a las necesidades de una humanidad desilusionada, infeliz y cansada de guerras. Así es que su tarea será muy grande y de mucha responsabilidad, y no se puede dedicar demasiado cuidado a su educación y preparación ".2

Obediencia

"Debe reinar la ley no el individuo; así el mundo llegará a ser un lugar de belleza y se realizará la verdadera hermandad"3

El hábito de la obediencia es una de las características que debieran aprender los niños.

La obediencia a las leyes divinamente ordenadas y el cumplimiento de las reglas dictadas por un gobierno justo, constituyen el fundamento del bienestar material y espiritual de una nación. Florecerá y prosperará todo país cuyos ciudadanos ven como la norma de sus acciones la sumisión a las leyes puestas en vigencia por los que tienen la autoridad. Por ejemplo, en ciertos países, rigen los siguientes reglamentos: Se prohíbe fumar en teatros, buses y trenes al igual que en muchos edificios públicos; los automóviles están obligados a observar límites específicos de velocidad; los peatones deben seguir ciertas reglas; son actos ilegales contaminar lagos y corrientes de agua y echar escombros en los caminos.

Si los ciudadanos de estos países observan éstas y similares reglas y disposiciones, y llevan diligentemente a cabo sus responsabilidades sociales, entonces se asegurarán definitivamente su bienestar y tranquilidad. Pero si, por interés propio, unos cuantos individuos no se preocupan de la suerte de las masas y no toman en cuenta la mayoría de las leyes y reglamentos, cometiendo cualquier acto que ideen sus corazones y considerando que violar las leyes es un acto de valentía, entonces reinarán en ese país el caos y la anarquía, causando perturbaciones a la mayoría de su gente, erradicando todos los pensamientos de paz y tranquilidad, y desilusionando finalmente a una población cansada y menesterosa, mientras que la maquinaria de la sociedad se detendrá.

A fin de que los hijos adquieran esta noble actitud de obediencia, los padres deben observar ciertos puntos. Los mismos métodos se aplican aquí como al enseñar el respeto a los padres.

1. Las madres y los padres deberían tratar de fomentar en su hijos el espíritu de obediencia desde los primeros años. En un lenguaje amable y compasivo, deberían tratar de inculcar los conceptos de que la reverencia y consideración por los padres son obligatorios y esenciales, que el respeto a los mayores ha sido divinamente ordenado, y que un niño que no obedece a sus padres será considerado responsable ante Dios y ridiculizado por la sociedad.

2. Cuando los padres asignan una tarea a un hijo o hija, deberían primero considerar cuidadosamente la naturaleza del trabajo en cuestión y evitar pedir cosas que estén más allá de la capacidad de los hijos y que podrán llevar a la desobediencia y rebeldía.

3. En las escuelas, los maestros deberían aprovechar toda oportunidad que se les presente para inculcar a los estudiantes la necesidad de obediencia a los padres y madres y a los mismos maestros. Usando ejemplos un instructor puede explicar los beneficios de la obediencia y los perjudiciales efectos de la desobediencia. Por ejemplo, puede explicar que si las distintas partes del cuerpo humano, tales como las manos, pies, ojos y oídos no ejecutan las órdenes de la mente, sino que eluden su mandato, entonces prevalecerá un estado de caos dentro del "dominio" del cuerpo, y cualquier semejanza de unidad entre la mente y el cuerpo será casi inexistente. Asimismo, si los miembros de una familia no obedecen al padre y a la madre, y si todos actúan conforme a sus propios deseos, ¿va a funcionar esa familia en forma apropiada? Y si los habitantes de una ciudad pasan por alto los reglamentos establecidos por el gobierno, y si cada persona hace lo que le place sin ninguna consideración por el bien público- ¿tendrá paz o tranquilidad esa ciudad? En resumen, los niños deberían darse cuenta y apreciar lo indispensable que es la obediencia, de modo que no se permitan ser testarudos y obstinados.

4. También las instituciones sociales pueden promover estos intereses a través de películas, obras de teatro, artículos de diarios y revistas, libros y otros medios similares. Si esta actitud se establece, se fortalece y se refuerza continuamente en todos los miembros de la sociedad, entonces prevalecerá una completa armonía y se impedirán múltiples fechorías deplorables.

La importancia de este tema desde el punto de vista de la religión es igualmente clara, ya que uno de los significados de la fe es "obediencia implícita". Cuando la gente admite y mediante razonamiento y pruebas, reconoce su creencia en una Manifestación de Dios y considera Sus enseñanzas y leyes como la única fuente segura de guía para la humanidad, entonces ciertamente debe obedecer Sus preceptos y no permitirse a sí mismos desviarse de Sus mandamientos en lo más mínimo.

Se puede reconocer fácilmente que la obediencia en todas estas materias constituye la mejor esperanza de felicidad y bienestar para la humanidad. Los padres, educadores, instructores, los que están investidos de autoridad y todo los que están ocupados en promover el mejoramiento físico, e intelectual y espiritual de la raza humana, deberían prestar su completa atención a esta indispensable materia y ayudar en el establecimiento de esta loable cualidad.

Disciplina y Orden

"En verdad es indispensable cierto tipo de disciplina ya sea física, moral o intelectual, y no puede decirse que un educación es completa y fructífera si descuida este elemento".4

"Un niño aseado, agradable, de buen carácter, cortés - aunque sea ignorante- es preferible a un niño rudo, sucio, de mal talante, y sin embargo versado en todas las ciencias y artes".5

La disciplina y el orden en todos los asuntos son de máxima importancia para el crecimiento apropiado de las facultades mentales de los niños. En todas las familias, todo debiera hacerse de manera disciplinada y ordenada. Toda acción de las muchas acciones diarias, y toda actividad de las actividades de los hijos debería llevarse a cabo en forma apropiada. Las causas físicas del comportamiento indócil deberían ser sagazmente desarraigadas por las manos capaces de las inteligentes madres, a fin de que el niño, desde sus primeros años, se acostumbre al orden y organización en el ambiente familiar, y al crecer evite todo lo que vaya en contra del bienestar social.

Si el niño no se acostumbra a la disciplina y al orden en la familia; si se confunden las horas de dormir y despertarse, de recreación y juego, de trabajo y descanso; si su preciosa vida transcurre sin un plan claro y definido; si nada tiene un lugar específico (por ejemplo al buscar un libro debajo de la cama saca sus calcetines sucios) y una parte del valioso tiempo del niño siempre se dedica a la búsqueda de zapatos, sombrero, pluma y tinta, sólo para encontrar cada uno de estos objetos tirados en un rincón en una terrible condición; si tal es el caso, ¿entonces cómo es posible que se desarrolle y llegue a ser un adulto puntual y bien organizado, obediente a las reglas que rigen en la sociedad?

La naturaleza humana es susceptible de cambiar, ya que los seres humanos son, en general, producto de su formación. Por lo tanto, si las madres y educadores saben como debieran ser sus hijos y con qué pensamientos y creencias debieran aparecer en la sociedad, pueden dar pasos para proveer educación adecuada y establecer firmemente características y hábitos apropiados. Las madres, si lo desean, pueden acostumbrar a sus hijos a la disciplina y al orden desde la niñez, y pueden poner en práctica este aspecto educacional con el máximo éxito. Sin embargo, para lograr esta meta, es esencial prestar atención a ciertas materias:

1. Las horas de dormir y despertarse de los hijos, su recreación y juego, sus ejercicios de escritura y lectura -en resumen, todas las actividades- deben estar ajustadas a un programa definido del cual no deberían desviarse. Supongamos que un niño debe levantarse a las seis de la mañana. Debe ser despertado todos los días a esa misma hora: si al principio se resiste y quiere quedarse en cama, la madre debe levantarlo tierna y compasivamente, mientras le da suaves palmaditas y le muestra afecto. Al principio el niño puede resistirse fuertemente, pero tarde o temprano este hábito se establecerá tanto, que él se levantará de la cama a la hora debida sin que intervenga su madre. Esto ocurre porque las características y hábitos no llegan a ser una segunda naturaleza en los seres humanos sino por repetición.

Respecto del mismo tema, es importante que la madre se preocupe de la hora y al anochecer haga acostarse a los niños a una hora fija, a fin de que se duerman y despierten en forma sistemática. Naturalmente, las madres están conscientes de que no deberían contarles a sus hijos cuentos de terror antes de hacerlos dormir, ya que esto excita los nervios y emociones. Si los niños se duermen sintiéndose tristes o nerviosos, puede resultar dañino para la salud. Tampoco los niños debieran ellos mismos leer libros excitantes justo antes de dormirse, en especial historias de amor y romances (cuya lectura es siempre dañina para los niños y adolescentes), ya que es en ese momento cuando pueden producirse resultados particularmente desagradables. Durante el sueño, cuando el cuerpo está descansando, los nervios también deberían estar relajados; los pensamientos, libres, y la persona, feliz. Por lo general, es mucho mejor si los niños no se cansan estudiando justo antes de dormir, ya que esta práctica hace que se acumule mucha sangre en el área del cerebro.

2. Los libros, cuadernos, toallas, cepillo, cepillo de dientes, ropa -todas sus pertenencias- deberían guardarse en un lugar específico que nadie más comparta y donde nadie interfiera. También debería el niño responsabilizarse de su aseo. De este modo, se le recalca su sentido de responsabilidad y se acostumbra tanto a la disciplina como al orden. Llevar a cabo esta tarea es posible para familias de todos los estratos de la sociedad. Aún en piezas pequeñas y sencillas se puede separar un rincón específicamente para los niños, donde ellos puedan poner dos o tres pequeñas cajas de bajo valor a fin de que guarden sus pertenencias.

3. Los padres y madres deberían ellos mismos ser ordenados y bien organizados y no debieran dejar de lado sus propias reglas a propósito. De este modo, sus acciones servirán como buenos ejemplos para que sus hijos los imiten y sigan. La dueña de casa debería tener un lugar específico para cada cosa y debería tratar de mantener en orden las cosas de la casa. Por ejemplo, objetos pertenecientes a la cocina no deberían ser llevados a una pieza diferente, y lo que debe quedarse en un armario no tiene que ponerse en la mesa, repisas o antepechos de las ventanas.

Incluso con respecto a la decoración del hogar, la madre no debería ser descuidada, y no debería colocar cuadros sin sentido o ridículos, ni citas vulgares en las paredes, a fin de que también de esta manera, los niños sean expuestos a un orden bien disciplinado en su entorno y desarrollen intereses sanos y buen gusto.

4. Con la mayor calma y paciencia, pero también con determinación y constancia las madres deberían guiar a sus hijos para que llegaran a ser ordenados y bien disciplinados en el hogar. No deberían pasar por alto ningún comportamiento indócil o desorden, mas bien deberían, con palabras suaves y amables, recordarles a los niños las maneras debidas cuando parezca necesario hacerla, como en el ejemplo siguiente: Un niño llega a casa de la escuela, tira su bolsón en un rincón, su sombrero en otra parte y, en general, descuida totalmente la limpieza y el orden. La madre debería inmediatamente recordarle al niño que tal comportamiento es desagradable y que no es correcto que un niño respetuoso y bien disciplinado haga tales cosas. Entonces la madre debería pedirle al niño que recoja su bolsón y sombrero y que los coloque en sus lugares correspondientes. El éxito de esto depende de la paciencia y tolerancia de la madre. No debería ceder fácilmente ni alterarse ante el primer indicio de indiscreción por parte del niño, sino que tiene que aferrarse a las virtudes de la bondad y misericordia, y resistirse a recurrir a la rabia y a un lenguaje duro. Usando paciencia, moderación y constancia, las madres deberían animar constantemente a sus hijos a comportarse de manera bien disciplinada en el hogar. La experiencia ha demostrado repetidamente que si los padres ponen en práctica estas sugerencias, sus hijos, con el tiempo, llegarán a acostumbrarse tanto a la disciplina y buena organización que evitarán el desorden hasta el resto de sus vidas.

Muchos exponentes de ciencias educacionales tratan de atraer a los padres más cerca de uno de los ideales de la formación, el cual es "la belleza". Ellos esperan y se esfuerzan mucho por lograr este objetivo, para inculcar a los niños desde sus primeros años un anhelo por disfrutar de la belleza del mundo de la creación, para apartarlos de aquella fealdad del caos, la cual es contraria a la creación divina, y para alimentar las almas de los niños en pleno acuerdo con sus capacidades naturales.

Por supuesto, no es posible, en esta breve referencia al tema de los "ideales" profundizar en los ejemplos y opiniones de los filósofos de la antigüedad, tales como Platón y Aristóteles, ni podemos discutir los pensamientos y opiniones de Kant y sus compañeros, ni los de eruditos renombrados contemporáneos cuyos nombres están asociados con la ciencia de la formación y educación. Pero es claro que si los padres, y en especial las madres, acostumbran a sus hijos desde la niñez al orden y organización en el hogar; si nunca se abstienen de guiarlos para que observen disciplina racional en todas las materias; si fijan la vista en todos los aspectos de real armonía y verdadera concordia, y si ellos mismos no se desvían un ápice del orden y la sana disciplina, entonces sus hijos se acercarán más rápidamente al ideal de belleza en sus vidas.

La importancia del trabajo para los niños

"Educad les en trabajo y esfuerzo, acostumbradles a las privaciones".6

"...todo esfuerzo y denuedo desplegados por el hombre desde la plenitud de su corazón, es adoración, si es impulsado por los más altos motivos y la voluntad de prestar servicio a la humanidad". 7

Todos estamos conscientes de que el trabajo ocupa una alta posición en la estimación de los eruditos de todo el mundo. Cuando una persona llega a la madurez y asume sus responsabilidades sociales, debe llegar a ser una fuente de bien social, un elemento útil de la sociedad. No puede gastar su tiempo en ociosidad y complacencias, aunque sea muy acomodada, ni deberían los preciosos días de su vida pasar en vano. Más bien, debería llegar a ser causa de beneficios tangibles para sus semejantes.

El fundamento de esta importante tarea debe ser establecido en el ser interior de los hijos desde temprana edad, a fin de que estén cuidadosamente preparados para el trabajo y actividades con propósitos determinados. Si no son equipados para el trabajo, no cabe duda que cuando adultos, se hallarán incapaces de llevar a cabo ningún trabajo.

A veces las familias y las escuelas tratan de trabajar juntas para facilitar esta difícil tarea a los niños, pero, desafortunadamente, a menudo se presta atención insuficiente a este importante tema. Por esta razón daremos aquí varias sugerencias:

1. Las madres no deberían vacilar en dar a sus hijos tareas adecuadas a su capacidad y habilidad. La ociosidad y la indulgencia para consigo mismo no deben ser miradas con bondad, afecto o simpatía, ya que todo lo que es llevado a exceso, aún el afecto, siempre resulta dañino.

Por ejemplo, los niños pequeños, aún desde las edades de 4 y 5 años, deberían desarrollar el hábito de hacer sus quehaceres diarios ellos mismos (por supuesto siempre que no necesiten ayuda). Al levantarse por la mañana, pueden hacer su cama; pueden ponerse los zapatos y vestirse solos, lavarse las manos y cara sin ayuda de la madre, y servirse el té ellos mismos. Al almuerzo, pueden poner e incluso lavar sus platos y hacer trabajos semejantes. Todas estas tareas deberían efectuarse bajo el minucioso cuidado y guía de la madre o el educador.

En jardines infantiles grandes de algunos países, el autor ha visto con sus propios ojos cómo niños pequeños -aún de tres o cuatro años- con manos temblorosas pero con evidente gozo y deleite, hacer sus propios quehaceres bajo la permanente supervisión de sus maestros. Obviamente, los niños no deben fatigarse, ni debe permitirse que el trabajo sea una carga para ellos. En lugar de esto, debería dárseles a los niños el trabajo con gran moderación y de manera ordenada y con disciplina, como si fuese parte integral de sus clases y ejercicios. El trabajo en sí mismo hace el papel de un educador, ya que las facultades físicas y mentales del niño, al estar trabajando, se ocupan de actividades que les ayudarán en su formación.

En jardines infantiles progresistas de todo el mundo, el trabajo es unánimemente considerado como el mejor método para el crecimiento tanto físico como mental de los niños. Sin embargo, los padres y educadores deben tomar en cuenta las variables capacidades que muestran los niños en sus diferentes etapas de crecimiento.

2. Los padres deberían saber que los niños que están acostumbrados a la dureza, a los extremos de calor y de frío, y que no son mimados ni sobreprotegidos, serán más vigorosos y mucho más resistentes a diversas enfermedades. Los niños se ponen ociosos e indolentes si, a la edad de seis o siete años, aún no se les permite "ensuciarse las manos", como ocurre tan frecuentemente; si cuando están comiendo y tienen sed, alguien se levanta y les pasa agua; si se les impide hacer una tarea determinada cuando se sientan inclinados a hacerla. Puede ocurrir que una madre diga: "No toques las tazas; puedes quebrarlas". Otra diga: "No hagas eso: vas a arruinar tu lindo vestido". O un padre diga: "He trabajado duro toda mi vida, y ahora que hemos ahorrado algo, no quiero verte haciendo ese tipo de trabajo".

Esta forma de "compasión" y "afecto", que invariablemente conduce a la adversidad y sufrimiento de los desafortunados niños, debería ser completamente eliminada. No es vergonzante hacer trabajo corporal, y es importante que los niños se acostumbren a él desde la niñez.

3. Nadando, haciendo gimnasia y dando largas caminatas, los niños se ponen más fuertes y vigorosos, y son más capaces de afrontar las dificultades de la vida. Por supuesto, las niñas no están exentas de esto, ya que las pesadas cargas de la vida son llevadas en mayor grado por las mujeres que por los hombres. Si los niños no son inclinados a trabajar en casa cuando jóvenes, ¿cómo podrán entonces soportar las arduas responsabilidades que con el tiempo han de enfrentar? Una joven que no ha adquirido el hábito de trabajar y se ha acostumbrado a los lujos y a ser mimada, no será sino una molestia para su futura familia. Por lo tanto, los niños deben acostumbrarse a trabajar y nunca deberían considerarlo vergonzante. En esta materia no puede haber diferencia entre ricos y pobres; todo lo que los niños puedan hacer solos no debería serles hecho por otra persona.

Fortaleciendo la conciencia

"Cuán excelente, cuán honorable es el hombre que se levanta a cumplir sus responsabilidades".8

"Es claro, por lo tanto, que el surgimiento de este sentido natural del honor y de la dignidad humana es el resultado de la educación". 9

La satisfacción que se siente al cumplir con una tarea asignada, y el pesar que se experimenta al no cumplir un deber: éstas, en general, las consideramos actividades de la conciencia. La mayoría de las madres y los padres saben que la conciencia es el factor más importante al determinar si se observan o no principios morales.

El autor insta a que se preste a esta observación cuidadosa atención, ya que el tema es de la mayor importancia para la sociedad. Si a los niños no se les enseña desde la niñez a ser cumplidores del deber, adquirirán una falla moral que no podrán erradicar cuando sean adultos, y no hay duda que el tiempo más apropiado para rectificar la conducta es durante los años de niñez; cuando alguien llega a la madurez, le es muy difícil cambiar su conducta y corregir características inconvenientes.

Cuando un país marcha bien y prospera, es seguro que sus habitantes son cumplidores del deber y concienzudamente se ocupan. de sus responsabilidades sociales. Y en cualquier país que se halla en estado de ruina y colapso, y los deseos y esperanzas de sus habitantes están frustradas, sin duda una cantidad significativa de sus habitantes son ingobernables y sus conciencias están en estupor.

Esta actitud afanosa de cumplir con los deberes debe ser inculcada a nuestros hijos desde sus primeros años. Debería fortalecerse de una manera ordenada. A continuación se dan algunas sugerencias propuestas por expertos en el campo de la educación.

1. La madre y el padre en una familia deberían consultarse mutuamente y evaluar cuidadosamente qué deberes son convenientes para sus hijos.

Luego, con la máxima amabilidad debería conversar el asunto con sus seres queridos. En discusión amistosa pero franca, deberían explicar la necesidad de que cada uno ayude en los quehaceres domésticos; a continuación, deben sugerirse los deberes de cada persona.

Si los niños expresan reservas, los padres deberían escucharlos con atención y, si fuera necesario, cambiar la decisión anterior. Después de que ha sido decidido el asunto y todos estén de acuerdo unánimemente, los padres deberían expresar sus esperanzas de que las tareas se llevan a cabo en la forma debida.

2. Los padres no deberían nunca vacilar en recordar a los hijos que el cumplimiento de los propios deberes está a la altura de uno de los actos más nobles, que quien sea negligente en esta materia estará avergonzado y confundido ante Dios y a la vista de su prójimo, y que hay pocas cosas más censurables que el aplazamiento y descuido de sus deberes mediante excusas.

3. Para representar las consecuencias de no cumplir con sus deberes, al igual que los beneficios de hacerles frente, los padres pueden usar ejemplos e historias basadas en sucesos cotidianos.

4. El hecho de que un deber sea cumplido debe valorarse y animar al niño.

5. El que sea negligente en hacer su parte del trabajo debería ser aconsejado y la situación tendría que corregirse, pero el castigo debe ser dado de manera tan suave, que los tiernos sentimientos del niño no sean heridos y no surja causa para celos.

6. Durante los períodos de discusión siguientes, en los que están presentes el padre, la madre y los hijos, debería prestarse atención al cumplimiento de las tareas asignadas, a fin de que se entiendan claramente los aspectos dificultosos y lo que se espera de los hijos. En esa misma reunión debe prepararse el programa siguiente y asignarse las nuevas tareas.

Las personas que no están familiarizadas con estas sugerencias pueden hallar esta materia muy extraña, y quizás irrisoria. Pero si se le presta atención cuidadosa, se verá que cualquier materia con que la mente no está familiarizada parece extraña al principio y difícil o incluso imposible de realizar. Pero una vez que la persona se acostumbra a hacer la nueva tarea pasa a ser perfectamente normal y fácil. Por esta razón el autor pide a los lectores que den seria consideración a este tema y no lo desechen como algo sin importancia.

He aquí un ejemplo que ayudará a aclarar la materia en cuestión. Imaginen una familia compuesta por el padre, la madre y tres hijos de seis, nueve y once años respectivamente. En su casa hay muchas tareas que los niños son capaces de llevar a cabo. Naturalmente, de esas tareas pueden encargarse los padres o ayudantes, pero desde el punto de vista educacional, es esencial que los niños intenten hacerlas a fin de que adquieran práctica en los asuntos de la vida, lleguen a tener confianza en sí mismos y no dependan de otros que hagan el trabajo por ellos.

Recuerdo haber leído acerca de un hombre extremadamente rico que impidió a sus hijos ir a la escuela. Pensaba de esta manera: "Sólo los que no son adinerados deben sudar y estudiar para adquirir conocimiento. ¿Por qué tiene mi hijo que estudiar geografía, por ejemplo, cuando él puede viajar a cualquier lugar que él desee y otros se encargarán de darle lo que necesite?" Aplicando esta misma lógica, algunos padres podrán decir que sus hijos no deberían trabajar si la familia tiene mucho dinero.

El trabajo forma a las personas y les da la práctica necesaria. El trabajo en sí es noble, y cuando se hace en espíritu de servicio, es adoración. "Nada se logra sin esfuerzo", suele decirse. El asignar tareas a los hijos tiene un aspecto educacional que debería ser aprovechado.

Una tarde, los padres organizan una discusión familiar. El padre dice: "Somos cinco en la familia y siempre hay mucho que hacer en la casa, conversemos un momento sobre el tipo de trabajo que hay en casa y quién puede hacerlo". En esa ocasión debería discutirse la importancia del trabajo y la necesidad de que todos ayuden, recalcando que estas tareas no deberían ser traspasadas a otros".

"Por ejemplo", continúa uno de los padres, "todos deberían hacer su cama. Cada uno debe preocuparse de su propia toalla, cepillo de dientes y cepillo de pelo. Cada uno debe lustrarse los zapatos y, luego, dejar guardada la pasta. No hay que dejar que se junte polvo en el tocador y los espejos deben estar siempre limpios".

"Al desayuno, cada cual puede lavar, secar y guardar su plato y vaso. A la hora de almuerzo, deben turnarse para poner la mesa y lavar después los platos. El que limpie la mesa debe también guardar el salero, y la pimienta, las servilletas y los platos limpios que haya. Lo mismo vale para la cena".

"Ahora que todos saben sus deberes, las cosas pueden hacerse de forma ordenada; la mamá y el papá dejan a su conciencia la realización de estas tareas. Como ustedes nos aman y se respetan a si mismos, harán sus quehaceres lo mejor que puedan, porque es muy malo que una persona diga que hará cierta tarea y luego deje de hacerla. ¿Puede esa persona ser respetada? Quien cumple bien con su deber ve que su mente se relaja, que no ha dado a otro su trabajo y que no ha engañado a su madre y padre".

"Quien lleve a cabo sus responsabilidades tiene la conciencia tranquila y se siente feliz por dentro, mientras que el no hacer lo que uno debe atormenta la conciencia. Queridos hijos, he leído una historia sobre la importancia de hacer su deber y se las contaré ahora:

Todos ustedes saben que en los cruces y desvíos de ferrocarriles hay siempre un guardia que indica al maquinista frenar el tren cuando hay peligro. Para eso hacen señales con una bandera roja. Este guardia se llama guardabarreras y si es negligente y no hace una señal a tiempo, corre peligro la vida de todos los pasajeros del tren. Como pueden ver, este humilde trabajador tiene una responsabilidad muy grande y la más mínima negligencia puede costar cientos de vidas.

En un día de invierno particularmente frío, cierto guardabarreras estaba en su puesto. Hacía frío y no tenia leña para calentar su caseta. Miró el reloj y vio que aún faltaba media hora para hacer detener el tren. Pensó para sí mismo: "Tengo tiempo suficiente para ir a buscar leña; después de todo, no queda lejos el bosque". Enrolló la banderilla roja y la colocó en una bolsa que llevaba atada al cinturón; luego fue al bosque. Pero se absorbió tanto buscando leña, que cuando se dio cuenta de que debla estar en el desvío, sintió el pito de la locomotora del tren que se aproximaba. Miró el reloj y vio que en pocos minutos el tren llegaría al cruce. Cuando pensó en el peligro que corrían los pasajeros, se sintió desmayar, pero logró controlarse y partió corriendo a más no poder hacia la línea férrea. Cuando llegó al cruce vio que el tren se acercaba cada vez más; pero cuando quiso sacar la banderilla roja, descubrió que la bolsa estaba vacía: la banderilla se le había caído mientras corría. Suspiró amargamente e inmediatamente sacó del bolsillo un pañuelo. Tomó un cuchillo afilado que siempre llevaba consigo, se hizo un corte en una mano, tiñó de rojo el pañuelo con su propia sangre y comenzó a hacer señales desesperadamente. El maquinista del tren vio el trapo rojo y al ver que era peligroso seguir detuvo rápidamente el tren. El guardabarrera ya se habla desplomado y le manaba la sangre de la herida. Un médico qué viajaba en el tren y otras personas corrieron hacia él y lograron detener la hemorragia; al cabo de un breve tiempo, el guarda barreras recuperó el conocimiento". "Así, aún cuando este hombre había sido negligente, con todo, debido a su fuerte sentido del deber, evitó un accidente, y logró que se salvara la vida de muchos pasajeros. Se dice que el gobierno de entonces ordenó erigir una estatua a este hombre en la estación de ferrocarriles, en memoria de este acto heroico y como estímulo para otros".

Explicando temas de moral

"...criadlos de modo tal que desde sus primeros días se establezca firmemente en su corazón, en su verdadera naturaleza, un modo de vida que sea acorde con las divinas enseñanzas en todas las cosas "10

Los educadores son de la opinión de que los consejos verbales, incluyendo las explicaciones sobre temas espirituales y la enunciación de verdades morales, no tienen el efecto deseado de refinar la conducta de los niños y rectificar su comportamiento, a menos que se combinen con otros principios educacionales. A pesar de esto, no podemos desatender la importancia de este tipo de formación. Las madres y los padres deberían sacar provecho de este método y disponer reuniones regulares y ordenadas. Los progenitores deberían sentarse con sus hijos y desarrollar la discusión en forma amistosa. Las reuniones deben planearse cuidadosamente y cada vez el tema base de la discusión debe ser diferente. Lo que sea necesario para el refinamiento del carácter de los niños puede explicarse de la mejor manera mediante fábulas, ejemplos, historias de animales, parábolas y relatos, que sean todos adecuados a la capacidad, entendimiento y percepción de los niños. La mejor oportunidad para tales discusiones se presenta al anochecer, ya  que los niños están libres de sus asuntos diarios y todos están generalmente en casa a esa hora.

Tampoco puede pasarse por alto que todos los padres, sin tomar en cuenta su nivel de educación, puedan realizar esta tarea, ya que no requiere conocimientos especiales. Con el mayor amor y afecto los padres pueden juntar a sus hijos y enseñarles los aspectos esenciales de la moral, expresados en forma de parábolas, y los pueden aconsejar alejándolos de las cosas censurables y alentándolos a hacer cosas buenas. Al mismo tiempo deben hacerles prestar atención a la importancia que tiene en la sociedad un carácter digno de alabanza.

La experiencia ha demostrado que este método es útil para fomentar actividades morales sanas. Si se hacen regularmente tales discusiones, basándose en principios científicos y sin interrumpirse, los hijos se acostumbrarán a ellas y las estarán esperando, y estas reuniones dejarán una huella permanente en su memoria. Los hijos se sentirán cada vez más atraídos por el ambiente hogareño, y sus mentes y almas serán propensas a impulsos nobles y benéficos. Por ejemplo, en una ocasión los padres, reuniendo a sus hijos, pueden decirles:

"Queridos hijos: todos ustedes saben que Dios nos ha creado a nosotros ya todas las criaturas del mundo. Él es bondadoso con todos, cobija a todos y provee a todos, y está todo el tiempo con nosotros. Él está consciente de todo lo que hacemos o decimos, y aún de lo que pensamos, ya que uno de sus nombres es el Omnisciente. Ya que Dios nos desea el bien, y sólo nos guía hacia el sendero recto, nosotros tenemos que poner de nuestra parte y tratar sinceramente de obedecer Sus leyes y hacer todo cuanto Él nos ha ordenado hacer, y no debemos hacer nada que Él nos haya prohibido, ya que nuestra felicidad y honor dependen de ello y de nada más, en este mundo y en el venidero.

Los Profetas han dicho que lo que a una persona no le agrada, no debería deseárselo a otro. Lo que no quiere para sí misma, no debería quererlo para otros. Esto se llama "compasión" y significa que nosotros deberíamos ponemos en el lugar de la otra persona para poder entender que aquello que nos desagrada le desagrada también a la otra persona.

Por ejemplo, así como nos gusta que otras personas nos hagan algo agradable, y nos pongan felices, también deberíamos nosotros hacer cosas agradables para los demás, y no herir sus pensamientos. Si un compañero de escuela te habla en forma ruda o rompe tu cuaderno y quiebra tu lápiz, ciertamente no te pondrás feliz; por lo tanto, no deberías hacer tales cosas a tu amigo. Y si, por falta de entendimiento, tu amigo hace algo que te molesta, deberías a cambio de eso hacerle el bien y demostrarle cortesía y amistad. De esta forma, él lamentará lo que ha hecho, verá lo malo que ha sido y dejará de tratarte a tí y a otros de esta manera.

Siempre debiéramos tener cuidado de no inmiscuimos en la vida, ni en los bienes, ni en el honor de nadie. Deberíamos estimar la vida de los demás como apreciamos la propia, a fin de que podamos ser dignos miembros de la humanidad. Estas características se llaman perfecciones humanas y virtudes morales. Quien no posea estas características está muy lejos de cumplir su potencial como ser humano, y puede aún llegar a ser peor que un animal, ya que los animales nunca cometen acciones tan malas como las de gente sin formación.

Una de las perfecciones humanas que nos han prescrito los fundadores de todas las religiones es la reverencia a los padres, y ella incluye amor, obediencia, bondad y consideración. El padre y la madre han traído a sus hijos a la existencia y afrontan muchas dificultades sacrificando su comodidad para asegurar la felicidad de sus progenitores. Los hijos están en deuda con sus padres y debieran ser obedientes a ellos tanto como sea posible. En la niñez, en la adolescencia y en la adultez deben respetar a sus padres, tener consideración con ellos y no hacer nada que pueda romperles el corazón.

Queridos amigos, la única manera de lograr verdadera felicidad y progreso en este mundo y en el próximo, es evitar hacer el mal. Esto significa que no deberíamos hacer nada que Dios ha prohibido, y sí deberíamos hacer todo cuanto Él nos ha ordenado. Volver la espalda a las leyes de Dios es la mayor causa de infortunio e infelicidad. Cuando nos juntemos nuevamente, hablaremos más sobre este tema.

Junto con invitar a los padres a usar este simple y directo método les pedimos que no lo menosprecien ni lo desechen como algo impracticable antes de meditarlo bien y tratar de aplicarlo.

La enseñanza de buenos modales

"La cortesía, es en verdad, una vestimenta que sienta bien a todos los hombres, ya sean jóvenes o viejos". 11

El hombre es una criatura sociable por naturaleza. Su vida no transcurre sin tener contacto humano, sino, más bien, en contacto especial con parientes y amigos. La asociación y amistad con otros debiera comenzar en los años de escuela.

En toda nación hay ciertas costumbres que todos los ciudadanos de ese país tratan de guardar. Si alguien se desvía mucho de la norma y no se comporta con sus conciudadanos conforme al modo de comportarse que se estila entre ellos, por supuesto que los ofenderá, y el resultado será que no se desarrollarán relaciones amistosas y de armonía entre él y los demás.

He presenciado personalmente en algunas partes del mundo la extraordinaria perseverancia de los padres al enseñar buenos modales a sus pequeños hijos. La razón de tal esfuerzo es que cualquier negligencia cometida al enseñar modales sociales a sus hijos puede llevar al menosprecio de los padres a la vista de otros, quienes considerarán a éstos como descorteses y carentes de buenos modales. Sin embargo, es lamentable que en otras partes del mundo los padres no den ninguna importancia a esta materia; aún si ellos mismos observan ciertas reglas de comportamiento social entre sí, no se preocupan de enseñárselo a sus hijos.

El resultado es que los niños no son capaces de tener trato con otras personas, y a cada paso crean un millar de formas de avergonzar a sus padres.

Los niños a los cuales se les ha enseñado formas de comportamiento atentos desde la edad de dos o tres años (según su capacidad) están conscientes de los modales corteses que deben tener al saludar, comer, conversar, etc. Pueden saludar de manera tan agradable que causan asombro.

Supongan que conocen a una niña de cinco años a la que se le han enseñado modales correctos. En el momento que los ve, les saluda cortésmente. Al preguntarle su nombre, responde inmediatamente. Da respuesta tan grata como puede a todas las preguntas sobre su edad, hogar, muñecas, compañeros de juegos, hermanos y hermanas. Cuando está sentada a la mesa, sus modales son maravillosos; nunca se desvía del modo aceptable necesario a su edad. Es tan amable con el huésped, que parece que hubieran existido durante muchos años lazos de amistad entre ellos. En todo el sentido de la palabra, la niña es cortés y tiene muy buenos modales.

Ahora bien, si conocen a un niño que no ha recibido esa formación, verán la diferencia. Al momento de verlo se esconde detrás de su madre y se aferra a su vestido. Por mucho que la madre se empeñe en sacarlo de su escondite, él se queda allí. Después de mucha alharaca, se calma y cuando ustedes se atreven a preguntarle el nombre, en lugar de responder, se introduce el índice y el dedo medio en la boca completamente y se pone a mirar el suelo. Si son perseverantes y le repiten la pregunta unas veces, finalmente presiona con su mano libre el costado de la mamá y le susurra la orden: "dilo tú, dilo tú". Si están conversando con una niña, y le preguntan si tiene una muñeca, puede bien responder si es locuaz: "No te lo voy a decir; y no te importa". Ocurren tantas cosas de esta naturaleza, que la madre se siente obligada a castigar a su hija o hijo, y Dios nos proteja si se pone a llorar.

Un incidente aún más perturbador se produce cuando se sienta a la mesa un niño mal educado y ustedes tienen que comer con él; ya que si el anfitrión cortésmente le coloca a usted en el plato el mejor trozo de carne, el niño, con los ojos, manos, espaldas y cuello, hace tantos movimientos indicando así que él prefiere ese mismo trozo de carne, que usted se ve obligado a ofrecérselo a él.

Los ejemplos anteriores no son producto de la imaginación, ni son exagerados. Por el contrario, son totalmente verídicos y hay muchos otros como ésos. Por consiguiente, está claro que es esencial enseñarles buenos modales y cortesía a los niños desde los primeros años. Comúnmente los padres expresan que los hijos deben recibir formación después que hayan crecido, pero esta manera de pensar es absolutamente equivocada.

Admitamos que la formación de los niños y la rectificación de su conducta desde la niñez exige mucha preocupación y esfuerzo; pero si la tarea fuera fácil, no veríamos ninguna diferencia entre una persona cultivada y otra que no lo es. Si la naturaleza, la experiencia y el paso del tiempo corrigieran la conducta del hombre, no se necesitaría tanto trabajo, y la gente crecería naturalmente como malezas. El aspecto animal del hombre podría de hecho desarrollarse por si solo, pero muy defectuosamente. No obstante, las evidencias de capacidad intelectual no son posibles salvo mediante la ayuda ordenada y continua de un educador.

Los hombres no son menos importantes que las plantas. Si el jardinero no guía un árbol ni lo cuida, si no le da agua ni fertilizante, y si no destruye las malezas vecinas, ese árbol no producirá frutos deliciosos.

¿Es concebible, entonces, dejar solo a un niño y permitirle despilfarrar los preciosos años de su niñez, sin que obtenga nada? Luego de perder el "capital" de su niñez en el "juego" de la vida llegará a la madurez, y habrá casi pasado el periodo más adecuado para su formación; se habrá atrofiado su capacidad mental, en opinión de los fisiólogos.

Las madres y los padres harían bien si consideraran estas palabras que el poeta Sa' dí escribió hace casi setecientos años:

La felicidad rehuirá a quien

no es formado en la niñez.

Reflexiona: La rama verde puede ser guiada,

pero la rama seca sólo la endereza el fuego.

En este punto, dejamos la pluma y el papel, y nos despedimos de nuestros lectores. Si hallan aceptables los pensamientos contenidos en este libro y pueden usarlos, el autor se sentirá recompensado.

 

BIBLIOGRAFÍA

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"Bahá'í World Faith. Selección de Escritos de Bahá'u'lláh y 'Abdu'l-Bahá", Wilmette, Illinois, Bahá'í Publishing Trust, 2da. ed., 1956.

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"Epístola al Hijo del Lobo", Buenos Aires, EBILA, 2da ed., 1985.

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"Tablets of 'Abdu'l-Bahá Abbas", Nueva York, Bahá'í Publishing Committee, 1930.

 


 

REFERENCIAS:

1. 'Abdu'l-Bahá, Educación Bahá'í, p. 31.

2. Carta en nombre de Shoghi Effendi a un creyente particular, del 9 de Julio de 1939, Educación Bahá'í, p. 83.

3. 'Abdu'l-Bahá, Sabiduría, p. 135.

4. Carta de Shoghi Effendi a un creyente individual del 9 de julio de 1939, Educación Bahá'í, p. 80.

5. 'Abdu'l-Bahá, Selección, p. 137; Educación Bahá'í, p. 55.

6. 'Abdu'l-Bahá, Selección, p.130; Educación Bahá'í, p. 36.

7. 'Abdu'l-Bahá, Sabiduría, p. 186.

8. 'Abdu'l-Bahá, Secreto de la Civilización Divina, p. 19.

9. Ibíd., p. 177; Educación Bahá'í, p. 19.

10. 'Abdu'l-Bahá, Selección, p. 127.

11. Bahá'u'lláh, Epístola, p. 48.

 


* Extraído del libro Mothers, Fathers and Children: Practical Advice to Parents. Oxford, UK: George Ronald, traducido al español.


 

 

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