Revista Jurídica Cajamarca

 
 

 

Enrico Ferri: Vanguardista de la Criminología


Por Thorsten Sellin, de la Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos. Versión del inglés por Oscar Uribe Villegas.

Cuando Enrico Ferri murió, el 12 de abril de 1929, desapareció una de las figuras más coloridas e influyentes de la criminología. Nacido en San Benedetto Po, en la provincia de Mantua, el 25 de febrero de 1856, su  vida activa se extendió por más de medio siglo, comenzando con la publicación de su disertación en 1878, y terminando con la quinta edición de su Sociología Criminal que se estaba imprimiendo cuando murió. Durante las cinco décadas intermedias llegó a ser el jefe reconocido de la llamada Escuela Positiva de Ciencia Criminal, abogado ampliamente coronado por el éxito y quizás el mayor de los oradores forenses de la Italia de entonces, miembro del Parlamento, editor del periódico socialista “Avanti”, conferencista infatigable, profesor universitario, autor de obras académicas altamente estimadas, fundador de un gran periódico legal y un polemista incansable en la defensa de sus ideas. La suya fue una obra muy rica y variada a la que ningún artículo breve podría hacer justicia.

En el libro que publicó en 1928 sobre los Principios de Derecho Penal, trabajo en el que se contenía una presentación sistemática de los principios legales de la escuela positiva, listó lo que él consideraba como contribuciones más importantes. Eran: la demostración de que el concepto de libre albedrío no tiene sitio en el derecho penal; el que la defensa social es el propósito de la justicia criminal; los tres tipos de factores en la causación del crimen; la clasificación de los criminales en cinco clases; los substitutos penales como medios de defensa social indirecta; la motivación más que la naturaleza objetiva del crimen como base para las sanciones; la demanda de que las colonias agrícolas substituyeran el aislamiento celular de los prisioneros durante el día..., el énfasis en el uso de la indemnización como sanción en el derecho público, y el principio de que el crimen debía estudiarse en el ofensor.

Otros observadores se inclinan a agregar a esta lista su invención del término “criminal nato”, la introducción del concepto de responsabilidad legal más que de responsabilidad moral, su trabajo vanguardista en el establecimiento de la sociología criminal y su  propaganda a favor del entrenamiento científico de los jueces y del personal correccional.

Trató de demostrar que el concepto de libre albedrío, implícito en el derecho criminal corriente era una ficción, y que la pretendida responsabilidad moral de un criminal (basada en tal ficción) debería dejar campo libre al concepto de responsabilidad social o legal, en cuanto casi toda persona, independientemente de su naturaleza, es susceptible de “ser llamada a rendir cuentas socialmente”  por lo que se refiere a sus acciones por el solo hecho de ser miembro de la sociedad y no por el  hecho de haber deseado el acto ilegal. 

Practicó su propio sistema de elocución, preparándose con ello para la carrera de la enseñanza. Se refirió a estos ejercicios con las siguientes palabras: “...con vistas a la futura cátedra, sentí la necesidad de dedicarme a una gimnasia pulmonar para facilitar el habla y a adquirir el hábito de ser ordenado y claro en la exposición. Me forzaba diariamente - en sitios alejados del tráfico, en las playas , a lo largo del Arno, fuera de la ciudad- por hablar durante una hora, improvisando acerca de algún tópico que elegía al azar, eligiéndolo de entre los escritos en un cierto número de tarjetas que tenía preparadas y que había puesto en mi bolsillo antes de salir de casa...”.

En su lección inaugural en 1921, Ferri dijo a sus estudiantes: “En su vida de estudiantes, y ulteriormente, en la lucha por la existencia, en su profesión, recuerden que la ciencia y la vida nos enseñan la lección de que debemos ser tolerantes con la gente, porque a todos los hombres de buena fe debe respetárseles sea cual fuere la creencia política, la filosofía o religión que profesen; pero, sean inflexibles y tenaces defensores de sus ideas... Si  la idea es incorrecta, no habrá cantidad –por grande que sea- de habilidad o de propaganda que la salve de la extinción; pero, si la idea es verdadera, ni el temor académico por las novedades ni la persecución legal podrán detener su triunfo final”. Y, en una disertación sobre la  “justicia humana”, en 1924, en Nápoles, en el Congreso para el Avance de  la Ciencia decía: “Por  temperamento soy idealista,  porque he creído siempre –y mi vida es ejemplo de ello- que la vida,  sin un ideal, sea el que fuere, en el arte o en la ciencia, en la política o en la religión, no es digna de ser vivida”.

Ese era Enrico Ferri, una  persona que tuvo una  visión de pensar de una manera que no todos compartían y, al margen de estar de acuerdo o no con sus ideas y teorías, es de esas figuras que hacen historia  y cuyas obra no pasará nunca por desapercibida.

Fuente:

“REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGÍA”. Publicación del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional de México. Director Lucio Mendieta y Nuñez, Doctor en Derecho. México, Septiembre – Diciembre, 1963. Págs. 1025-1044.

- Contribución de Miguel A. Centurión Obando. Alumno del XII Ciclo de Derecho.



 


 

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